Esta semana nos ha visitado un señor para realizar, en el cole, una exhibición con su peonza. El juego de la peonza es uno de los juegos tradicionales más antiguos que existen en la actualidad y es practicado por millones de niños alrededor del mundo. Historia de una peonza
Érase una vez una peonza que no paraba de dar vueltas, y vueltas, y más vueltas deambulando de un lado a otro sin destino definido. Rodando por el mundo preguntándose siempre "¿por qué?" y girando siempre alrededor de esa misma pregunta.
- ¿Por qué ahora me va mal? -se preguntaba- ¿y por qué ahora me va bien?
Y giraba, giraba y giraba sin parar. Aunque no paraba, si tenía un ritmo adecuado, o eso le parecía, hasta que de repente un día cayó por el bordillo de la acera y se paró. Alguien había secuestrado la cuerda que le hacía girar, por lo que no tuvo más que estarse quieta. Vagaba rodando sobre si misma sin fuerzas hasta que poco a poco logró ir encontrando objetos que sustituían a su bonita cuerda lanzadora. Poco a poco consiguió volver a girar, aunque no era lo mismo que con su cuerda...
De repente un día, girando y girando, se estropeó levemente. Entonces quién la iba a reparar. Era una bonita cuerda, nueva y reluciente, que hacía girar la peonza más que nunca. Más y más vueltas. Pero, entre que la peonza no se aclaraba dónde tenían que terminar sus interminables giros y la cuerda no se daba por enterada... la peonza siguió girando sin control.
Y entre giro y giro, vuelta y vuelta, la peonza buscaba en aquella cuerda su impulso necesario para girar en el sentido necesario y no pasarse de vueltas.
Pero esta historia no tiene final... de momento. Asi que la peonza seguirá girando por los rincones...
Érase una vez una peonza que no paraba de dar vueltas, y vueltas, y más vueltas deambulando de un lado a otro sin destino definido. Rodando por el mundo preguntándose siempre "¿por qué?" y girando siempre alrededor de esa misma pregunta.
- ¿Por qué ahora me va mal? -se preguntaba- ¿y por qué ahora me va bien?
Y giraba, giraba y giraba sin parar. Aunque no paraba, si tenía un ritmo adecuado, o eso le parecía, hasta que de repente un día cayó por el bordillo de la acera y se paró. Alguien había secuestrado la cuerda que le hacía girar, por lo que no tuvo más que estarse quieta. Vagaba rodando sobre si misma sin fuerzas hasta que poco a poco logró ir encontrando objetos que sustituían a su bonita cuerda lanzadora. Poco a poco consiguió volver a girar, aunque no era lo mismo que con su cuerda...
De repente un día, girando y girando, se estropeó levemente. Entonces quién la iba a reparar. Era una bonita cuerda, nueva y reluciente, que hacía girar la peonza más que nunca. Más y más vueltas. Pero, entre que la peonza no se aclaraba dónde tenían que terminar sus interminables giros y la cuerda no se daba por enterada... la peonza siguió girando sin control.
Y entre giro y giro, vuelta y vuelta, la peonza buscaba en aquella cuerda su impulso necesario para girar en el sentido necesario y no pasarse de vueltas.
Pero esta historia no tiene final... de momento. Asi que la peonza seguirá girando por los rincones...
